de la Zozobra y el Luto

abril 7, 2014 § 34 comentarios

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Y con zozobra no me refiero a la inquietud, la aflicción y la congoja del ánimo, que no deja sosegar, no. Me refiero más bien a la acepción marítima: el estado del mar o del viento que constituye una amenaza para la navegación… porque la zozobra a punto estuvo de hundir mi navío.

Lo que os voy a contar es algo que llevo dentro hace tiempo. Hace ocho años hizo que mi vida se fuera a pique y me hundió en la más profunda miseria. Algo que me reconcomió por dentro hasta que logré controlarlo, que no superarlo, porque siguió creciendo en mi estómago ramificándose por todo mi cuerpo. Al principio, la opresión era tan grande que imposibilitaba seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Necesitaba hablar de lo sucedido hasta aburrir, que es precisamente lo que sucedió porque, señoras y señores, vivimos en una sociedad que ya no admite el luto. Lo triste, si dura mucho, aburre. De todo hay que reponerse enseguida a riesgo de que te etiqueten de depresiva. “Rápido, rápido, la vida sigue” y oír que la vida sigue, cuando la vida se para… es difícil de digerir.

Esas ramas seguían creciendo. Viví tiesa (con esa especie de matorral incrustado en el alma) durante tres largos años, tras los cuales empecé a ver la luz. Y esa luz flexibilizó la planta rara que habitaba dentro mí, hizo nacer brotes nuevos de aceptación y hojitas verdes de esperanza. Hace ocho años que crece en mis entrañas, cual alien, pero parece que ha llegado el momento de soltarlo. Y digo que parece que ahora quiere salir de mí, porque de algún modo está encontrando vías de escape. En todas partes leo cosas que me incitan a rememorar lo que sucedió. Seguro que estas señales han estado siempre ahí pero yo las veo ahora porque me siento preparada para contarlo. Un comentario en Facebook desata una conversación inesperadamente íntima, un post de una bloguera con la que simpatizo me arranca un comentario «demasiado» afectado… Me veo, de repente, esparciendo trocitos inconexos de mi historia aquí y allá. Tal vez sea el momento de sacarla de mí y hacerle un hueco aquí.

En octubre del 2006 perdí a un amigo. Un muchacho dos años más joven que yo. Un amigo de la infancia. Habíamos realizado infinidad de excursiones con las familias, en el clásico grupo de críos que, gracias a la amistad de los padres, comparten la infancia casi casi como si fueran hermanos. Un mal día, le detectaron una enfermedad jodida. Sin embargo, era una condición «controlable» si uno lograba adaptarse a ciertos cambios y aprendía a escuchar su cuerpo, él mismo me lo había contado. Había baches pero podía pasar largas temporadas haciendo vida relativamente normal. El caso es que jamás nadie imaginó que supusiera un riesgo para su vida. Había cosas que no le sentaban bien. Tuvo que aprender a tomarse la vida con más calma pero ahí estaba él, adaptándose a lo que le tocaba vivir y, aunque perdió mucho peso, jamás perdió un ápice de su simpatía, ni de su belleza.

Por aquel entonces, yo estaba embarazada. Fue un embarazo con complicaciones desde la semana 10. Mi segundo hijo. Deseado, buscado a más no poder. Grande. Sano. Yo sangro y me detectan un hematoma en el útero. No tiene porque afectarle, con reposo se reabsorberá. Pasan las semanas, se detiene el sangrado. Rezamos para llegar a la semana 25 para que el parto sea viable y al peque le sea posible vivir fuera de mí. Cada semana que pasa es un gol que le hemos metido a la biología. Cada semana que pasa estamos más cerca de que llegar a conocerlo sea posible. En ecografías se manifiesta que el hematoma no disminuye y que además está en mal sitio, junto a sus pies. Le molesta, le quita sitio y él lo patea. Yo veo en la ecografía cómo mi primer hombre juega a fútbol con mi hematoma. Qué poco imagina (qué poco imagino) que será uno de sus últimos entrenamientos.

En la semana 21 me pongo de parto. Yo no sé que pasa. Me muero de dolor en el baño de mi casa y al final algo explota en mi interior y expulso un líquido ensangrentado. Primero estoy muy asustada no quiero creer que es lo que parece y me engaño a mí misma: «Ya está, salió el hematoma, ahora todo estará bien». El dolor no cesa y vamos al hospital. Es de madrugada. Mi compañero y mi hija (que todavía no tiene dos años) esperan fuera.

Estoy dentro sola con una enfermera rubia y una doctora de pelo negro como la noche, que tiene que aguantarse las ganas de llorar para decirme: «Has perdido todo el líquido amniótico. Tu hijo nace. No podemos detenerlo. Tiene un pie fuera… vas a dar a luz». La enfermera me abraza, me acaricia el pelo y sigue: «…y luego vas a tener que ser fuerte porque tendrás que despedirte de él el tiempo que se quede contigo». Todo eso en una lengua extraña. No comprendo nada. Entiendo las palabras y entiendo su significado pero no puedo comprender nada. Eso no me podía estar pasando a mí. Siempre fui una tía con suerte. ¿Qué pasa? ¿De repente, la suerte me abandona? ¿Por qué ahora? ¿Por qué hoy? Yo me quise morir con él y aunque intenté mantener la firmeza por los que fuera me esperaban, mi llanto tuvieron que oírlo en Lima.

Lo parí con todo el dolor del mundo y más. Lo sostuve en mis brazos durante los 20 minutos que vivió. Tal vez fueron 15… Nos sacaron fotografías con él, que nos dijeron que un día nos ayudarían. (Están en un sobre cerrado que todavía no he logrado abrir).

Yo me quedé en tierra, pero me morí con él. Pedimos que lo incineraran y al cabo de unos días (no recuerdo cuantos) con sus cenizas en una mochila, tomé un avión y me fui a Barcelona a llorar en casa de mi madre. Cuando llegué me esperaba la gran noticia de que mi amigo R. había fallecido por unas extrañas complicaciones, que siguieron a un examen rutinario que le habían hecho recientemente. A mi alrededor todos lloraban la muerte de mi amigo y lo mío en ese contexto era, lógicamente, «un mal menor». Yo estaba muerta, seca y sola. No me quedaba ni una lágrima para mi amigo. Y mi mente enferma envidiaba a su madre por haber podido tenerle 34 años con ella. Yo sólo había podido arropar a mi hijo durante 15 minutos.

Es lo más duro que me ha pasado en la vida y jamás he escrito sobre ello. No podía. Hasta el día que me explayé a través de un chat con una persona a la que jamás he visto. Siempre quise poner esto por escrito pero nunca encontraba el momento, ni las palabras.

Ese día, al leerla a ella, salió todo como un chorro imparable. (Gran parte de este texto es tal cual lo que escribí ese día, hará un par de semanas, editado y completado entre ayer y hoy.)

Cuando mis padres visitaron a R. por última vez, él había preguntado por mí. Supo de mi pena y quiso acompañarme en el sentimiento, aún estando él en el trance en que se hallaba. En cambio, ahí estaba yo sin más lágrimas para llorar… sin una lágrima para un amigo de toda la vida. Todavía hoy, lo imagino afincado en un país tropical de difícil acceso porque muerto no puede estar. Su muerte me resulta tan irreal.

Tal vez sea por eso por lo que velamos a nuestros muertos, para asimilar su muerte. Probablemente, esa es la razón por la que volvieron a traerme a mi hijo una vez fallecido, arropadito en una sábana y con unas flores. Aunque yo no lo entendía, en ese momento, porque me parecía que era alargar la agonía, ahora comprendo que me permitieron velarle, aunque fuera un ratito, para asimilar algo que de otro modo jamás habría podido creer. No lo sé. Recuerdo, aunque no pueda matizar sus facciones, la carita de un niño dormido.

Cuando lo pienso, siento una enorme tristeza por no haber podido llorarle a R. todo lo que le quería llorar. Hoy, desde aquí, me gustaría reivindicar la bondad del luto. La necesidad de expresar nuestro dolor por la pérdida de un ser querido, de expresarlo sin fin, si el dolor no tiene fin. Si tu entorno parece no soportar tu duelo, vete a gritarlo a la montaña, búscate un grupo de apoyo, amigos o desconocidos. Llora tu pena hasta que no puedas más pero no la escondas… porque las penas más negras no desaparecen, sino que se acoplan en algún lugar de tu cuerpo y te destruyen sin que te des cuenta.

«Todo pasará» –  «No puedes estar triste siempre» – «La vida sigue» – «Hay cosas peores» – “Quédate embarazada de nuevo, enseguida que puedas.”  Todas estas son frases bienintencionadas que me tocó escuchar porque, en realidad… uno no sabe qué decir.  No. No digas estas cosas. Si lo piensas bien «Te acompaño en el sentimiento», por mucho que suene a frase hecha o antigua, es lo mejor que se puede decir. «Te acompaño en tu tristeza, lloro contigo». No me digas: «Deja de llorar». Nada hay peor que la muerte de un ser querido y el luto no es ninguna tontería. Somos muy modernos y nos cargamos el luto… El luto no es vestirse de negro (eso lo hago yo cada día aun siendo feliz, porque me gusta el color). El luto es un estado mental muy necesario y saludable y saltárselo, y hacer como si no pasara nada, porque somos muy fuertes y podemos con todo, sólo trae enfermedad.

No hay que reprimir los sentimientos, sino exprimirlos. Tanto los agradables como los que son fruto de vivencias oscuras. Esos, tal vez, más que ningún otro. Nunca se sabe y, a veces, el jugo más sabroso lo extraes de la fruta más pocha…

Perder a mi hijo fue el peor trago que me ha tocado vivir pero finalmente he podido hacerme cargo del dolor descomunal de la madre de R. Porque no hay injusticia más grande en este mundo, que sobrevivir a un hijo. Curiosamente, ella con su pérdida incomparable fue capaz, desde su enorme dolor, de hacerse cargo de la mía (de mi pérdida “pequeña” para el resto del mundo). Ella y yo enviamos a nuestros hijos al más allá, uno en brazos del otro. Allá nos esperan a las dos y nosotras mantenemos vivo el recuerdo del que fue poseedor de los ojos más bellos y del que no llegó a ser, ni a mostrar siquiera el brillo de suyos.

Mi hijo vivió 15 minutos con los ojos cerrados. No vio el mundo. En toda su vida lo único que sintió fue el abrazo de su padre, el roce de mi piel y nuestro llanto. Sin embargo, sin llegar a verlo él, me enseñó a mirar el mundo de otra manera.

Las autoridades españolas no me permitieron, en su día, dejar constancia de su existencia en mi libro de familia. Lo hago aquí y ahora: El día 2 de octubre de 2006 tuve un hijo que murió en mis brazos al poco de nacer. Su padre y yo lo lloramos, a gritos y en silencio, cada uno a su manera, cada uno como pudo o como supo.

Tuvimos un hijo, lo llamamos Adam y aunque no haya podido rayar con colores las paredes de casa, llenar el suelo de cosas pegajosas, ni desvelarnos por las noches con su llanto… jamás olvidaremos su paso por nuestras vidas.

Buf.

Prometo que el próximo post será algo muy tonto y muy ligero, como de costumbre.

MaripuchiLauraenparis y Trimadre a los 30 son, por una u otra razón, co-responsables de este «vertido». GRACIAS A LAS TRES.

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§ 34 respuestas a de la Zozobra y el Luto

  • anyalors dice:

    Nuria eres muy valiente, por contarlo y por tu alegria a pesar de todo, admiro a la gente como tu y pienso en vosotras en mis malos momentos, un abrazo muy muy grande

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  • Nuria… es la historia más triste contada de la forma más bella. Te admiro por poder poner en palabras tanto dolor, por finalmente desahogarte y vivir el luto como lo necesitabas. Muchas veces no sabemos qué decir en estos casos, cómo ponernos en el lugar del otro sin siquiera imaginar una décima parte del dolor que siente. Nunca se me ocurriría decir que no llores, ni que todo pasa. Lo único que pasa es el tiempo, la vida pero no pasan los recuerdos y el dolor, el dolor no se va, sólo aprendemos a convivir con él. La mejor manera es no negarlo. Me quedo con tus palabras: «Llora tu pena hasta que no puedas más pero no la escondas». No pude evitar llorar con vos mientras te leía, pensar en el corto paso de Adam por este mundo…
    Te abrazo desde acá muy fuerte

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  • molinos dice:

    He estado aqui y te he leído.

    Lo siento desde lo más profundo de mi alma.

    El luto hay que vivirlo y ahogarse en él hasta que creas que no puedes respirar porque es la única manera de superarlo. La única manera.

    Un beso

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  • Merak Luna dice:

    Supongo, porque soy de esas afortunadas que no ha tenido que pasar por el trance, que no hay pena más grande que perder a un hijo. Es una idea que, solo de pensarla, te encoge el corazón. Leerte ha encogido al mío porque, desde la serenidad de tus palabras, transmites tantas emociones!!! Lo siento, siento que hayas tenido que pasar por eso, poco más hay que decir, poco más se puede decir, porque no creo que exista consuelo en ninguna palabra que te dediquemos. Me gustaría no tener que leer post como este y, al mismo tiempo, me ha gustado leerte, porque poder plasmarlo en un «papel», verbalizar todo lo que llevas dentro, es síntoma de que la herida, que siempre estará ahí, está preparada para «curarse» al aire. Un abrazo, de esos de verdad, de los que reconfortan, de los que sustituyen a las palabras.

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  • Creo que es la primera vez que te comento, aunque no la primera que te leo. Qué historia tan dura, es dificil decir algo que ayude la verdad, nunca se que decir… Estoy segura que contarlo te ayudará y te doy la gracias por compartirlo, me ha ayudado a entender a mi me ha ayudado a entender la razón de ser del luto y la necesidad del ser humano de velar a quién se va.
    Un beso fuerte para ti y otro para Adam y R. allá donde estén, juntos velarán por ti.

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  • Que valiente has sido al compartir tu dolor, tu vulnerabilidad que te hace hermosamente humana, la huella que ha dejado ese ser en ti, en tu esposo, en tu vida. Ciertamente la sociedad nos pone una presión inmensa para retomar la vida y suprimir la expresión de lo que bulle en nuestro interior sin darse cuenta de que nos lacera. La gente quiere pensamiento positivo y alegría perenne, claves para ser felices a toda prueba, ignorando que algunas veces tus labios son incapaces de esbozar una sonrisa e ignorar que todos somos vulnerables. Me alegra que estos círculos virtuales le den cabida a esas otras situaciones que también son parte de la vida. Claro que siempre hay algo que nos impulsa a levantarnos, a no diluirnos en el dolor y a eso hay que aferrarse. Precisamente el domingo -después de un prolongado silencio- escribía sobre el duelo, porque sencillamente no podía articular palabras distintas aunque el brillo en los ojos de mi hijo me recordara que hay miles de motivos para no hundirme en la tristeza… Como tu dices respecto a tu amigo, al menos mi madre también tuvo la oportunidad de disfrutar su hijo 33 años y yo ese hermano tan lleno de energía, alegrías y sueños. Pero el vacío lo tendremos que llenar de instantes de primavera, de baños de agua fresca que renueve nuestras fuerzas, hasta que podamos aceptar: tu contemplar a Adam como el ángel que es, agradecer los momentos que compartiste con R. o en mi caso, expresar la gratitud por esa bendición de un hermano tan especial como Daniel. Aunque siga trabajando mi apego.
    Un fuerte abrazo lleno de luz y amor para ti.

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  • mamapinta dice:

    Como madre de cuatro ángeles conozco el sentimiento de pérdida, el enorme dolor y el vacío, mis pérdidas aunque terribles fueron de 8 semanas así que nada que ver con la devastadora experiencia de abrazar a tu hijo y ver cómo se te va. Lo siento, y no es una forma de hablar, siento en el alma que te haya pasado algo tan terrible y es un alivio ver que puedes hablar de ello con serenidad e infinito amor. La maternidad no siempre es como la hemos imaginado, yo he compartido muchas habitaciones en la planta de alto riesgo, hay muchas roturas de bolsa, complicaciones… a mí casi me llegó a parecer un milagro que la gente tuviera embarazos sin ingresos, goteros de medicación ni reposos, así tal cual me embarazo y doy a luz como si nada, se me antojaba de otro mundo. Así que aunque sea un tópico hay que dar gracias por lo que tenemos, por nuestros hijos sanos porque realmente son un milagro. Y es totalmente cierto que hay que hacer un hueco al dolor porque si no se lo hará él y se enquistará para siempre. Gracias por compartir tu experiencia, me ha hecho llorar como una madalena pero de una forma sanadora y llena de admiración, ten por seguro que Adam, tu ángel está siempre contigo.

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    • nurananu dice:

      Gracias por tan bonito comentario.
      (¿Eres la misma que hace una horas me decía que escribir no es lo suyo? Ejem. El mensaje llega alto y claro).
      Lamento tus pérdidas. Da igual en qué momento, una pérdida es una pérdida y cuatro ni me lo imagino. Y a cada cual le duele lo suyo.

      Yo también he llegado a pensar que parir y salir de rositas es ciencia ficción pero luego te encuentras con mujeres que han parido 10 hijos y están como rosas y no te cuadran las cosas… Qué se le va a hacer. Toca lo que toca. Siento haberte hecho llorar! Yo tampoco puedo evitar emocionarme cuando leo sobre historias similares de otras mujeres.
      ¡Un abrazo grandote… de oso polar!

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  • Eric dice:

    Ayer leí tu post, acabé con un nudo enorme en la garganta porque soy de los que no se permiten llorar, probablemente inconscientemente influenciado por esa frase tan tonta: «los hombres no lloran». Cuando mi mujer me preguntó ¿Estás bien?, le contesté: Sí, sí, me levanté y me inventé una cosa importantísima por hacer: ¡¡barrer la cocina!!… suelo huir de mis emociones haciendo cosas así de importantes…
    Luego pensé entre mí : haré como si no lo hubiera leido …¡Vaya cobarde otra vez! Pero hoy volví a leerlo, no pude impedírmelo, y hoy sí que lloré: ¡Estaba solo! Nadie podía verme…
    ¿Por qué cobarde otra vez?… Porque soy el tío del angelito que se fue y cuando ocurrió, fui incapaz de encontrar palabras, tiempo para venir a abrazaros, ni nada para decir a sus papás hasta qué punto me dolió, nos dolió (incluyo a mi mujer, su tía), hasta qué punto compartimos este dolor intenso (me acuerdo todavía del mensaje que mandaste para informarnos unos días después).
    Cobarde otra vez al no ser capaz de decirlo cuando nos vimos después, me inventé una buena excusa: no quiero despertar su pena! ¡Cómo si se hubiera dormido!…
    Que lo sepas Nuria, que lo sepas cuñada preferida, el silencio no fue indiferencia, fue cobardía, bloqueo, llámalo como quieras pero indiferencia ¡no!
    Me arrepiento tanto que hoy aprovecho para decírtelo, para decir que pienso muchas veces en él y ahora que soy papá desde hace poco, más todavía. No puedo imaginar ni un segundo tener que despedirme de mi hija.
    Un abrazo muy tardío pero muy fuerte porque todavía no encuentro palabras.
    ¡T’estimo molt cuñadita!
    Hasta muy pronto.
    Eric

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    • nurananu dice:

      Eric, mi cuñado preferido… ¿y a ti qué te digo?
      Me ha emocionado enormemente tu mensaje. No sabes cuánto. Lo leí cuando lo escribiste y hasta ahora no he encontrado la tranquilidad para sentarme a escribir. Hay muchos tipos de silencio y creo que con el tiempo aprendemos a distinguir los silencios indiferentes de los silencios «por nudo en garganta». No era precisa la aclaración. Aún así, repito que tus palabras me han llegado al alma y no me enrollo porque no quiero que se te corra el rímel.
      Además, dentro de 10 días os visito y os estrujo en persona que me muero de ganas de conocer a mi sobri!!!

      ¡¡Feliz paternidad!! Viendo el tío que eres, no arriesgo mucho cuando digo que vas a ser un padrazo!! Hasta pronto!
      Un abrazo. (Y otro a mi sister!)

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  • paula sd dice:

    Un enorme beso, es lo unico que puedo decir. Menos mal que no estas cerca, porque si no, tendriamos una de esas sesiones plañideras.
    Yo….lo que te ha pasado es uno de mis mayores miedos. Me costô mucho sobrellevar mi aborto de 9 semanas, no quiero ni puedo imaginar lo que habeis pasado vosotros. Y entre la pena y el enfado reconozco que me enfade con el mundo y con todos aquellos que, con buena intencion, me decian que avanti, que a por otro, que no pasaba nada….no supieron y no supe.
    Mi hijo Manu dice que el recuerda donde estaba antes de nacer: en una nube, viendo pasar parejas. Las descartaba a todas hasta que nos vio y nos eligio. Adam hizo lo mismo. Os elgio. Siempre sereis sus padres y el vuestro hijo. Para siempre.
    Otro beso, aun mas grande.

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    • nurananu dice:

      ¡Qué cosa tan bonita te dijo tu hijo, Paula!
      Gracias por regalarme esa frase a mí.
      Yo tampoco supe. La ginecóloga que me llevaba me dijo que eso era como cruzar la calle y que te pillara un coche, que intentara buscarle explicaciones a eso.
      Ella creyó zanjar el tema pero… la verdad es que yo seguía buscando explicaciones. ¿Fue un despiste del peatón? ¿Se saltó el semáforo? ¿No lo vio? ¿O sí? ¿Patinó el coche? ¿O no?
      Creo que sólo encuentras paz cuando dejas de hacerte preguntas (las respuestas tampoco van a cambiar lo sucedido) y poner todas tus fuerzas en ACEPTAR lo que es inamovible. Lo que de ningún modo podemos cambiar (y la muerte es una de esas pocas cosas irreversibles), hay que aceptarlo y no hay más. Pero cuesta…
      Un besito.

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  • Amigaaaa… qué parón me ha entrado! Cómo lamento que a veces tenga que ver la genialidad de una persona por haber recompuesto su corazón y alma tras una dura experiencia como la tuya. Solo un abrazo de esos silenciosos que comprenden… y admiran ♥

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    • nurananu dice:

      Gracias, Débora, recibo contenta ese cariñoso abrazo. No siempre pueden ser risas, ¿verdad? Aunque lo cierto es que si la risa no sale, hay que ir a buscarla… como sea.

      En casa a veces jugamos a un juego muy tonto que se inventó el padre de mis hijos. Uno empieza a reírse de manera explícitamente forzada. Artificial total. La situación es tan tonta que al final acabas por reírte de verdad hasta que te duelen las costillas. A mí me parece una chorrada pero reconozco que a él le sale muy bien y que termina por hacernos reír a todos. Yo creo que, si no está patentado ya el método, debería patentarlo. Risoterapia, podríamos llamarlo.
      Un besico.

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  • Arusca dice:

    Yo también soy de esas personas que no sabe que decir o que metería la pata al intentar decir algo para consolar lo inconsolable.
    También pienso que has sido muy valiente por compartir tu historia, por saber seguir adelante. No alcanzo a imaginar lo que has pasado, lo que estás pasando y, sin embargo, ya me duele en el alma.
    Y tengo que darte las gracias porque tu historia me hace valorar aún más lo que tengo, lo que me ha regalado la vida.
    La sociedad actual no está preparada para el luto, es una sociedad del aquí, el ahora y todo lo que lo empañe está fuera. Lo triste sólo nos llama la atención un momento.
    Yo soy de las que cree que la pena, el dolor y las lágrimas hay que dejarlas salir para que no quemen por dentro, aunque sea a solas y a oscuras.
    Un besote enorme.

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    • nurananu dice:

      Efectivamente. A solas y a oscuras es cuando mejor sale.
      La nostalgia te pilla por sorpresa y, especialmente si lo hace de noche, no hay escapatoria. Te entregas a tu zozobra y dejas que salga todo lo que pueda salir…
      No hay peligro. No se gasta. Seguro que todavía te queda para otro día, por eso no vale la pena guardarse nada dentro.
      Muchas gracias, Arusca, por tus palabras.

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  • Maripuchi dice:

    Y contarlo libera.
    No sana. No deja de doler… pero te hace sentirte un poquito mejor…
    Millones de besos!

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  • Hermosa. Luego de leerte, confirmo que la vida pone en nuestro camino a ciertas personas, y no por casualidad. Hace menos de un mes me enteré que una de mis buenas amigas de la infancia perdió a su bebita dos días antes de nacer. Y todo eso me llevó una vez más a pensar en mi mamá y en mi hermanita, quien, como siempre digo, llegó al mundo solo para sentir el abrazo de sus padres. Yo siempre supe que antes de nacer, mis papás tuvieron una hijita, Susanita. No sé quién me lo contó ni cuántos años tenía cuando lo supe. Seguramente fue mi papá, porque él era quien solía revelar ciertos secretos familiares. Recuerdo incluso haber ido algún domingo al cementerio a visitarla y ver su nombre escrito. Ver a la única persona en el mundo que lleva mis dos apellidos. Yo no había pensado mucho en el tema hasta que me convertí en mamá. Y no sabes la cantidad de madrugadas que lloré y lloré con mi bebito en brazos, de solo pensar en el dolor que tuvo que haber vivido mi mamá. Los detalles de la historia no los conozco. Algo me ha ido contando mi mamá de a pocos, en ciertos momentos específicos (por ejemplo, cuando yo tuve una pérdida, o cuando le empecé a decir que yo había sido víctima de violencia obstétrica), pero nunca me he atrevido a preguntarle más. Sé que nunca lo haré. Lo que ella me quiera contar será suficiente. No podría pedirle más detalles…
    Y he llorado al leerte. Porque Susanita tampoco pintó las paredes ni ensució el suelo. Pero vino a este mundo, estuvo aquí, vivió las horas que vivió y definitivamente la vida no volvió a ser la misma para nadie cuando se fue. Y yo ni siquiera existía.
    Y ahora estoy llorando porque pienso en mi papá. Porque a veces no sé si le hice el luto suficiente. Cuando falleció el año pasado yo no pude viajar a Lima al velorio ni al entierro. Y cuando he vuelto a Lima no he visitado a su familia (con quienes ya había dejado yo de tener contacto por mucho tiempo) ni he ido cementerio. La relación que tuve con él fue sumamente complicada en los últimos años, y la enfermedad que sufrió fue de esas que hacen que lo pierdas antes de que realmente muera. Con decirte que cuando falleció yo ya sentía que mi papá se había ido hacía mucho tiempo… Sí, es horriblemente triste decirlo, pero fue así.
    Disculpa esta tremendísima historia como comentario, pero creo que este post llegó a mí por algo.
    Te mando un abrazo Nuria.

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    • nurananu dice:

      Ay! Madresol, Diana… Gracias por compartir todo eso y por explayarte aquí. El tema es triste pero me gusta que os hayáis sentido lo suficiente cómodas como para dejar ir todo lo que me contáis. Es increíble cómo la propia maternidad remueve sentimientos ocultos o adormecidos y los reaviva con una potencia increíble. Tener a tu hijo en brazos te hace llorar la pérdida de tu madre porque por fin comprendes lo que significa, lo que puede llegar a doler, ¿verdad?

      Tú comentario me hace pensar en algo y es que mi hija la que se hubiera llevado menos de dos años con él, no tiene ni idea de lo sucedido. A raíz de este post, me escribió mi madre un sentido email ayer. Ella guarda las cenizas de su nieto. Yo no supe encontrarle un lugar mejor y más acogedor que la casa de sus abuelos. No he sido capaz hasta ahora de desprenderme de él, por friki que parezca. Ella proponía hacer una excursión en familia este verano y encontrar un lugar bonito. Yo ya sé adónde quiero llevarlo. Lo sé desde el día que nos dejó. Tengo que ver cómo hacerlo, porque todavía no quiero hablar de ello con mis hijos. Tal vez más adelante, pero no veo la necesidad de hacerlo ahora. Me parece que sólo les haría sufrir…

      Lamento todos esos sentimientos encontrados acerca de la muerte de tu padre y espero que encuentres paz al respecto. ¿Disculpas? De ningún modo. Alojar aquí tu historia es el honor más grande.
      Recibe un fuerte abrazo y muchos besos, que no se pierda ninguno por el camino, que lleguen todos allende los mares.
      (Siempre quise usar esta expresión «allende los mares», creo que es la primera vez que lo hago en el contexto adecuado)
      Cuídate.

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  • Leticia dice:

    Es la primera vez que te leo. He llegado hoy con esta Zozobra… que me ha removido el alma, me ha erizado la piel y ha dejado mi mente llena de lágrimas. No soy capaz de imaginar mayor dolor, tal dolor que anuló no sólo el resto de sentimientos, sino también el resto de dolores. R. te conocía bien y sabía que ese era el momento de Adam pero el suyo llegaría. Y llegó cuando tuvo que llegar.
    Un beso fuerte. Me quedo con tu reflexión acerca del luto.

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    • nurananu dice:

      Gracias por leerme y por involucrarte en mi historia, Leticia. Por tus palabras y por ese besito reconfortante…
      … y gracias por mencionar a mi hijo por su nombre.

      A lo largo de mi vida he observado que cuando alguien que acabas de conocer, pronuncia tu nombre al dirigirse a ti rompe una barrera, se acerca de repente.
      Parece una chorrada pero tan pocas personas lo han mencionado que cuando alguien lo hace, siento que le dan vida. Así que gracias por eso.

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    • nurananu dice:

      Hola Leti,
      gracias por el abrazo de ayer y por todo lo que me dijste con esos ojazos. 🙂

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    • Leticia dice:

      Gracias a ti. Para mí eres enorme y fue una pena no tener más tiempo, pero éramos muchas y no dudo de que habrá más oportunidades, no sé cómo ni cuándo, pero la habrá… ya te lo dije, la vida conspira.

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  • Lauraenparis dice:

    Me alegro de que al final te hayas sentido suficientemente fuerte para compartir con nosotros esta historia y estoy muy orgullosa de ti. Hay que ser muy fuerte y muy valiente para vaciar tu alma así.
    Como sabes yo también perdí un embarazo, de mucho menos termino que tú y el dolor y la soledad que se siente es muy grande. Cuanto mas termino mayor el dolor. Soledad porque nadie le da la importancia que tiene, «total, seguro que venia mal», » ya tendrás otro», «la naturaleza es sabia» o «mujer, ya tienes uno». Cada vez que me decían eso yo pensaba » Ya, pero yo quiero a mi bebé» en bucle. No se considera un luto y no se reconoce el dolor. Mi mejor amiga ha perdido 4 embarazos, tiene dos hijos y todavía no sabe el porque de tanto aborto. Ella fue a la primera que llamé cuando supe y la única que supo que decir y hacer. Me mando unas flores y me dijo «no te voy a decir nada porque no hay nada que decir», cuando nos vimos me dio un abrazo largo y silencioso que me reconfortó el alma.

    Mi hermana dio a luz a mi sobrina con 24 semanas, como tú desde la semana 20 con un hematoma y todo como tú pero 3 semanas más tarde. Los médicos nos dijeron que iba a morir sin ninguna duda. Hoy esta viva y bien pero eso es otra historia. Al nacer mi sobrina, pensé en mi hermana y se me heló el corazón, me fui a la biblioteca a leer libros sobre las perdidas peri-natales y compré en amazon el libro «la cuna vacía». Lo compré para ayudarla a ella (que luego gracias a Dios no ha hecho falta) pero me ayudo muchísimo para mi, para mi perdida, para pasar página. Te lo recomiendo. En él hablan alternativamente, madres, personal médico y psicólogos. Ese libro pone claramente de manifiesto que no se saben tratar ni el ámbito medico ni socialmente las perdidas peri-natales. En algunos casos, se trata a las mujeres francamente mal, sin humanidad. Queda mucho camino por hacer.

    A veces me imagino que nuestros hijos o sus almas, su esencia, están en una especie de pajarera, como pajaritos, que cuando les damos vida, se vienen con nosotros y cuando la vida les abandona se vuelven a ir. Es una imagen estúpida y pueril pero es la que tengo en mi cabeza.

    Un abrazo grande.

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    • nurananu dice:

      Laura, muchas gracias por compartir tanto. Tu comentario es comparable a ese abrazo largo y silencioso que te dio tu amiga en su día. Llega con la misma potencia y el misma sentimiento, a pesar de las pantallas y los kilómetros de por medio…

      Espero que tu sobrina haya ido superando las dificultades del nacer prematuro y crezca fuerte y sana, que sea la alegría de tu hermana y la tuya (ahora que soy tía, descubro todo un nuevo surtido de sentimientos). Tomo buena nota del libro que recomiendas.

      No es tontería lo del tener una imagen. Yo creo, que la razón por la que no puedo abrir ese sobre con las fotos que tomaron ese día es porque quizás lo que allí vea desvirtúe la imagen, ya medio imaginada, de sus facciones que guardo en el recuerdo. No sé. ¡Te mando un fuerte abrazo!

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  • Qué post tan duro. Vaya experiencias que nos toca vivir en ocasiones. No sirvo para dar ánimos porque nunca he tenido que enfrentarme a semejantes tragedias, pero veo que has logrado seguir adelante. Es verdad que cada vez somos menos pacientes y menos empáticos para comprender los malos momentos ajenos.

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    • nurananu dice:

      Gracias por vuestro comentario. Los ánimos, al fin y al cabo, no pueden «darse» por eso nos cuesta tanto dar ánimos. Los ánimos los tiene que recuperar cada cual por sí solito… pero la compañía sí que se agradece. Y mucho.

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  • Declaro ser de esas personas que no sabe qué decir en estos casos. Declaro ser una estúpida redomada por preocuparme por cosas sin importancia…
    Leerte me ha dejado con el corazón encogido y con muchísimas ganas de abrazarte.
    Te acompaño en tu dolor, y me alegro de que por fin hayas encontrado las palabras para rendirle luto, porque también al escribir, dejamos que poco a poco, el dolor vaya fluyendo. Desaparecer por supuesto que no, pero sí logramos que se licue y deje de pinchar tan profundamente.
    Recordarle es justicia inevitable. Fue tu hijo y estoy segura de que sigue viviendo en ti.
    Gracias por compartir tu dolor con nosotros. Si a ti te aligera en algo, bienvenido sea. A los que te leemos, nos ha ayudado a poner en perspectiva las cosas y nos has dado una lección de VIDA inconmesurable.
    Un abrazo eterno

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    • nurananu dice:

      Querida Tri, (aunque luego me vengan con que te llamas Verónica vas a ser Tri forever)
      Nadie sabe qué decir. ¿Quién va a saberlo? Lo que pasa es que uno quiere decir algo que calme el dolor y se acaba metiendo la pata pero no por maldad! sino por bondad… quieren aliviarte el dolor con sus palabras y es que no se puede. No hay palabras. Y el que lo ha pasado lo único que aprende es eso, que no hay palabras.

      Mi madre me contó una vez de una llorera comunitaria entre amigas y de cómo las alivio de algún mal de amores en su adolescencia. Ella me lo contaba riendo y a mí (a mi yo adolescente) le sonaba un poco a chiste. Las mayores catarsis que he experimentado han sido durante procesos de llanto compartido con otras mujeres (en plan plañideras!). Escribir aquí tiene su efecto, pero sentir vuestro llanto virtual acompañándome es impagable. Es real. ¡Un abrAZote!

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  • remorada dice:

    Que Adam sepa que también ha tocado a una persona que no lo conoció, que, mira como es la vida, ese día de su nacimiento, en otro lugar del mundo, había alguien que decidía que no tendría hijos porque se había dado cuenta de lo que dolían y no estaba preparada, o tal vez es que le duelen demasiado, aunque no los haya llevado dentro.

    mis lágrimas acompañan hoy a las tuyas, como normalmente lo hacen nuestras risas, te mando un abrazo virtual a dos semanas de poder darte uno en persona :***

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    • nurananu dice:

      Ay, Remoradita, lamento haberte puesto triste a ti precisamente. Tú que siempre te preocupas por hacernos reír. Me encantará que me cuentes «tu película», si tu quieres, durante una sesión de caipirinha-café-au-lait bien pronto…

      Con este escrito lo que quiero reivindicar es, precisamente, que si hay lágrimas que llorar hay que llorarlas, que hace bien.
      Pero, por supuesto, que donde se pongan unas buenas risas, que se quiten todos los llantos del mundo!
      Un abrazo!

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  • pequeboom dice:

    Ay Nurananu!!!! Cómo me has encogido el corazón, has llenado mis ojos de lágrimas y me has hecho ver que eres una mujer increíble, porque contar esto como lo has hecho… es de tener una fuerza, un coraje…por narices tienes que serlo, no puede ser de otra manera.

    Me parece muy importante lo que dices de reivindicar el luto, de hecho, algo que me tiene muy tocada es el tema de Marta del Castillo, creo que sus padres nunca podrán superarlo porque nunca han podido pasar el necesario luto, necesitan pasar página y sino su recuperación es inviable.

    Me alegro de que lo hayas soltado, de que te haya servido para desahogarte y de que pasaras el luto de tu pequeño Adam, ni una idea me hago de lo que tuviste que pasar, pero eres el ejemplo de que las cosas pasan y se tira para adelante.

    También es bonito que no olvides, que aunque no quedara escrito tú te acuerdes y lo tengas presente, porqué tratar de olvidar, era algo que era parte de tí, has hecho muy bien.

    Gracias por compartir

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    • nurananu dice:

      Gracias, guapa. Bueno, en definitiva ni coraje ni nada. A uno le toca vivir lo que le toca vivir y con el tiempo has de poder llevar las cosas, si no… las cosas se te llevan a ti.
      Vamos, que más que valor es pura supervivencia.

      Las cosas pasan o, mejor dicho, el tiempo pasa y es bueno recordar que tirar para adelante es posible, especialmente en esos momentos en que «tirar para adelante» te parece pura ciencia ficción.
      Gracias por leerme y por este comentario tan sentido.

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