Hola. Me llamo Grimhilde y… Soy madrastra

febrero 19, 2015 § 19 comentarios

(En un susurro y caminando medio agachada)

Hola… Hola qué tal ¿Esta libre esta? Gracias.

¿Eh? ¿Quien, yo? ¿Que empiece la ronda de presentaciones? Mujer, qué apuro, acabo de llegar y soy nueva…

Vale. Bueno.

Ejem… Hola, buenas noches.

Eeeer… Me llamo Grimhilde y… soy madrastra.

Sí, ya se que el cuento no es nuevo. Tal vez incluso les suene mi historia. Tengo una hijastra de 14 años. Su nombre es Blancanieves y vive en palacio con nosotros. Además tenemos, el rey y yo, otros dos hijos propios. Sí, niño y niña. Los Grimm escribían de oído y obviaron algunos datos, relevantes tal vez.

Nada, pues… Una bruja gallega, amiga mía, me dijo que se reunían para tocar el tema de las familias «diferentes» y me dije «¿por qué no, bruja? ¿qué pierdes?» y… Bueno, aquí estoy.

He perdido el autobús por eso he llegado justita… y también el libro, sobre la pubertad, que iba leyendo. Qué rabia. A ver, ¿qué más puedo perder por estar hoy aquí con ustedes esta noche…? ¿La dignidad? Probablemente. Las brujas no lloriquean. Las brujas actúan.

Creo que voy a hablarles de las cosas que me cabrean. Y no, no es Blancanieves. 🙂

Me cabrea que la gente proyecte sus prejuicios en mí. Me cabrea que den por supuesto que me voy a alegrar el día que Blancanieves vuelva con su madre. (Sí, otro dato falseado de los hermanitos escritores, que la mamá biológica no estaba muerta, que estaba de parranda… En el oriente lejano para más señas.)

Y sí… Es cierto que en un principio se habló de dos años pero tengo mala memoria y de eso ya no me acuerdo. Más que nada porque pensé que me decían dos años para «colármela» pero que, en realidad, sería para siempre, Así que me hice a la idea de que iba a ser para siempre y me tomé la pócima pertinente para asimilar el cambio. Y lo asimilé. Y al final resulta, que no. Que, realmente, era para dos años y que en cosa de un par de meses esta muchacha tiene que regresar con su madre, la de verdad. Y contra la pócima que me tome, no existe antídoto.

Una de las cosas que me preocupaban al principio era que no creí poder llegar a quererla como a mi hija biológica (claro que la misma duda me rondó estando embarazada de mi hijo y todas las madres de más de uno, sabemos que es posible). Aún así… ¿Iba a ser posible integrarla en la rutina familiar? A día de hoy creo que puedo decir que no hago distinción: que la ropa tirada en el suelo me cabrea por igual, ya venga de la «biológica» como de la «postiza».

Me contraría un poco que se me escape la sonrisa cuando la veo entrar haciéndome una mueca. Me duele que se vaya, entiendo que vuelva con su madre pero me aterra que se olvide de esta pobre bruja, que aprendió a superar sus propios prejuicios… que descubrió que nadar contra corriente cansa mucho pero a cambio te ofrece el paisaje que otros no ven.

Eeeer… No se si me habré alargado mucho.

Ah, que… de momento, ¿sólo tenía que decir el nombre? ¡Pues haberme cortado, mujer!

 

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